EL VERDADERO SENTIDO DE LA HISTORIA DE LOS MUERTOS DE JALOGÜIN
//La ignorancia es muy atrevida//
Está
de moda Jalogüin (adaptación española de Halloween, si se quiere ser fiel al
original), y está también de moda oponerse frontalmente a Jalogüin en
determinados ambientes sociales y/o eclesiales. Dejémoslo claro desde el
principio: lo difícil, en cualquiera de las dos opciones, es que se sepa
realmente lo que se está haciendo. Porque, particularmente en el segundo caso,
me temo, se nos va la cabeza tratando de buscar razones contrarias a esta
“noche de los difuntos” secularizada que ha invadido nuestros otrora fértiles
suelos de cristiandad, que se llenan actualmente de chavales y no tan chavales
disfrazados de bruja, Frankenstein, Drácula, máscara de Scream, Cazafantasmas o
Eleven pidiendo chocolates y caramelos.
¿Qué?
¿Que a un cura le parece mal la crítica a Jalogüin? ¡Dónde vamos a llegar!
Pues
depende, la verdad. Porque escuchar, incluso por parte de personajes
eclesiásticos supuestamente doctísimos, que Jalogüin es la fiesta del culto a
la Muerte, con mayúsculas, o que en las raíces de este horripilantemente
herético carnaval macabro están las malvadas religiones celtas o incas
anteriores al cristianismo que se dedicaban a celebrar el día de la última
cosecha a base de tajadas como pianos (= ciegos como piojos), magia negra y
sacrificios humanos de propios familiares (y esto no me lo estoy inventando.
Puedes encontrar algo así, junto a otras lindezas, haciendo click aquí), me
parece tan ridículo como aquellas críticas que se elevaban contra los
cristianos en los tres primeros siglos de nuestra era, en las que se decía que
los seguidores de Jesús montaban orgías secretas y sacrificaban niños durante
las Eucaristías (Minucio Félix, Octavius 8,4, o Tertuliano, Apologeticum 7,1),
o veneraban la cabeza de un burro crucificado (Frontón, Oratio 9).
En
fin: voy a intentar apuntar algunos errores de bulto que se suelen cometer en
las críticas a Jalogüin, procurando navegar hasta las ancestrales raíces del
culto a los difuntos, para después dar algunas humildes recomendaciones que
puedan servirnos de cara a vivir estos días con alegría y paz.
//Primer error: Jalogüin es un ataque
a nuestra tradición.//
Este
primer error de bulto está basado en un desconocimiento profundo de la cultura
religiosa de la humanidad. ¿Por qué? Porque precisamente en nuestra tradición
occidental hay algo muy anterior a la fiesta de Todos los Santos: el culto a
los difuntos.
¿Cómo?
¿Estás de cachondeo, o qué? ¡Estos curas nos van a quitar la fe!
Pues
bien: respecto al Día de Todos los Santos, la Iglesia al principio solo daba
culto a los mártires. Después, a finales del siglo IV, se tienen algunas
noticias del culto a ciertos santos, sobre todo del mundo monástico o
episcopal, diferentes a los mártires. Durante los siglos V y VI se fue
extendiendo este culto, se fueron construyendo santuarios, se multiplicó la
veneración de las reliquias… pero todavía no había un Día de Todos los Santos
instituido como tal, aunque se celebraba en diversos lugares y fechas. Hay que
cabalgar hasta mediados del siglo IX para encontrarlo, instituido para toda la
Iglesia, el 1 de noviembre, por el papa Gregorio IV.
Si
nos ponemos a investigar el culto a los difuntos, en particular los banquetes
fúnebres, nos encontramos con una sorpresa mayúscula: pertenece a la estructura
de las primeras tradiciones religiosas de la humanidad, animistas en su mayor
parte. La finalidad, que cambia poco a lo largo de los siglos, era doble:
nutrir a los difuntos, y estrechar los vínculos de amistad de los vivos entre
sí y con los antepasados.
Durante
los primeros siglos de nuestra era, este culto a los difuntos era algo
universal dentro del Imperio Romano, como muestran los textos y monumentos. Se
extendieron al culto de los mártires todas las tradiciones de estos cultos que
no eran incompatibles con la fe cristiana. Poco a poco se corrigió o completó
aquello que “rechinaba”, sustituyéndolo con prácticas típicamente cristianas,
pero se puede decir que, en general, se siguió observando el culto de los
difuntos en todo aquello que no era contrario a la fe, y que este culto fue
evolucionando poco a poco hasta la siguiente etapa.
Un
ejemplo claro de esto son las libaciones y los banquetes fúnebres que los
cristianos de Roma celebraban por sus difuntos, sepultados cerca de la tumba de
Pedro, o por los mismos apóstoles Pedro y Pablo. En España sucedía algo
parecido, mientras que en África Tertuliano (De testimonio animae 4,3-6) y
otros criticaban esta tradición. Todavía a fines del siglo IV, en la basílica
de San Pedro en Roma se seguía observando este culto en forma de banquetes
fúnebres, e incluso a principios del siglo V: de hecho, Ambrosio y Agustín
(Epistula 22, 3) hacen campaña contra esta tradición (cf. V. Saxer, Culto de
los mártires, de los santos y de las reliquias, 1377-1378).
¿Y
qué pasó después? El culto a los difuntos se adaptó al cristianismo como
religión oficial, y fue adoptando formas diversas en versiones totalmente
cristianizadas. Los banquetes fúnebres sobrevivieron en muchos lugares; en
otros, se redujeron a visitas a los cementerios y oraciones o celebraciones
precisamente el mismo día. Como ejemplo del primer caso, tenemos el Día de los
Muertos, en México, una celebración mesoamericana propia, que se mezcló con las
tradiciones europeas a partir de estos banquetes fúnebres; en el segundo caso,
nuestra tradición de visitar a los difuntos en los cementerios el Día de Todos
los Santos. Como culmen de todo esto, y parece que teniendo en cuenta que estos
banquetes fúnebres gozaban de especial importancia en el mundo celta, se
instituyó universalmente el Día de Todos los Santos respetando precisamente las
fiestas del Samhain de aquella parte de la cristiandad. ¿Que qué es el Samhain?
Seguidamente lo vemos.
//Segundo error: Jalogüin es (solo)
una importación yanqui.//
Esto
es, efectivamente, falso. No es plan de explicar aquí con todo lujo de detalles
el origen celta (que se puede consultar con todo lujo de detalles en la versión
inglesa de la Wikipedia bajo la palabra Samhain), particularmente irlandés, de
la tradición que dio origen a Halloween, pero básicamente se trataba de la
fiesta del fin de la cosecha y, por tanto, el inicio del año, a finales del
actual mes de octubre (aunque, dependiendo de las zonas, el día concreto podía
variar). El pueblo se reunía, los druidas hacían celebraciones dentro de las
que se ofrecían las primicias de los frutos, y se abría la barrera que separaba
el mundo de los vivos y el mundo de los espíritus. Estos, por tanto, regresaban
esa noche para poder cenar con aquellos; se les hacía un camino de luces para
que no se perdieran en su retorno momentáneo, y se compartía la comida con
ellos. Aparte, se ponían nabos,
vaciados
e iluminados por dentro, a las afueras de las viviendas como protección contra
los espíritus malignos.
Hay
una rica mitología acerca de estas fiestas del Samhain (que en Galicia recibe
el nombre de Samaín), transmitida oralmente y luego escrita por monjes
católicos irlandeses, que contiene héroes, reyes, monstruos, guerreros, demonios,
espíritus del bosque, el ídolo pétreo de Crom Cruach e incluso sacrificios
humanos, pero hay que distinguir mitología e historia: la fiesta histórica
consistía básicamente en lo explicado, con variantes en distintas tradiciones.
Después
de que los pueblos celtas entraran en el Imperio Romano, y a pesar de la
desaparición de los cultos druidas, esta tradición de la noche de Samhain se
mantuvo, incluso posteriormente dentro del cristianismo, y se extendió, en el
mundo medieval, por los pueblos de origen céltico, adaptándose a las
tradiciones particulares de cada lugar. Eso sí: en esta adaptación, en los
pueblos de lengua inglesa se cristianizó también el título de la fiesta,
pasando de ser “Samhain” a “la víspera de todos los santos”, es decir, “All
Hallows’ Eve”, origen de la palabra “Halloween”. Durante la modernidad, llegó a
Norteamérica con los emigrantes irlandeses y se inculturó entre los pueblos
indígenas, aunque fue muy reprimida por las autoridades luteranas de Nueva
Inglaterra. Entre estas adaptaciones, se sustituyeron, por ejemplo, los nabos
por calabazas.
//Tercer error: Jalogüin es la fiesta
de la Muerte.//
Por
tanto, nada más lejos de la realidad que esa crítica tan remarcada en algunos
círculos catolicísimos: Halloween es la fiesta del culto a la Muerte, contra el
Día de Todos los Santos, que es la fiesta de la Vida. No sé de dónde se ha
podido sacar que Jalogüin (hablamos ahora de su versión hispana) sea eso, a no
ser que se haga una interpretación sesgada y, por tanto, ideológica de los
datos históricos.
Durante
el siglo XX, en Norteamérica esta fiesta perdió prácticamente cualquier
connotación religiosa. Acusar de “pseudo-satánica” o “adoradora de la Muerte” a
la fiesta de Halloween es como acusar a la Semana Santa del sur de España de
ser politeísta: un error garrafal. Si no estás convencido/a, te invito a ver la
segunda temporada de Stranger Things, cuyo tráiler te mira justo desde ahí
arriba. Está situada, efectivamente, en la fiesta de Halloween, pero, ¡oh,
sorpresa!, los cuatro niños protagonistas van disfrazados de Cazafantasmas. Ya
me dirás lo que tienen los Cazafantasmas de oscuro o satánico. Eso sí: en esta
serie podemos ver una perfecta aplicación de la secularización de lo religioso,
porque en el centro de su guión hay una adaptación científica del Samhain en
una línea que separa nuestro mundo del “mundo del revés”, abierta por una
grieta en el espacio-tiempo. Los espíritus malos pasan a ser aquí monstruos
que, de no reparar la brecha entre los dos mundos, atacarán el nuestro. Como se
ve, el parecido con lo que hemos explicado antes es particularmente cercano...
También
te sugiero que eches un vistazo, justo abajo, al film que está en el origen de
la extensión de la “moda Jalogüin” por todo el mundo: Pesadilla antes de
Navidad, ideada por el gran Tim Burton. Si alguien encuentra en esta genial
película, ejemplo perfecto de secularización de la cultura, algo que recuerde a
satanismo, a culto al Demonio o a la Muerte, es que no ha comprendido
absolutamente nada de ella.
¿Y
entonces? Esta fiesta no es sino la vuelta de un culto anterior al
cristianismo, que pasó por varios grados de inculturación en los siglos de
tradición cristiana, y que ha terminado secularizándose, como tantas otras
cosas de nuestra propia cultura cristiana.
Ø La comida con los espíritus de los difuntos se ha
sustituido por el “Trick or treat”,
Ø los espíritus que visitaban a las familias o que
amenazaban han pasado a ser disfraces de la más amplia variedad,
Ø y la protección lumínica de los hogares ha
evolucionado hasta calabazas de plástico con bombillas dentro.
El
que quiera ver algo más allá, es libre de verlo. Pero yo digo como Sancho: Mire
vuestra merced que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos
de viento (Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha,
cap. 8).
//Algunas pistas para el diálogo y el
anuncio del Evangelio. //
Por
tanto, y ya voy terminando, creo que he mostrado suficientemente que Jalogüin
no es una fiesta contraria al día de los Santos, porque en nuestra propia
cultura ha sobrevivido la tradición precristiana del culto a los difuntos y los
banquetes fúnebres, en la visita a los cementerios; que no es solamente una
fiesta yanqui, porque tiene un origen muy anterior al cristianismo; y que no es
una fiesta de la Muerte, porque a nivel global ha perdido el sentido religioso
que tenía, como consecuencia del proceso histórico de secularización que
estamos viviendo. Además, la fiesta de Jalogüin que nos ha llegado es una
muestra clara de la globalización, que ha llegado para quedarse, al menos en
las próximas generaciones. Si se quiere rechazar esta, a mí no me parece mal,
pero espero no sorprender a estos anti-Jalogüin antiglobalización bebiendo
Cola, comiendo hamburguesas, viendo películas americanas o utilizando
tecnologías yanquis. Ya lo sé: suena absurdo. Es realmente absurdo.
//CUATRO RECOMENDACIONES, Y ME VOY
YENDO. //
En primer lugar, sugiero no hacer el ridículo, y algo mucho más
importante: no obligar a hacer el ridículo a tus hijos. Esa chorrada de
“Holywins” (disfrazar a los niños de santitos, con aureola incluida, para
oponerse a Jalogüin) me parece un error mayúsculo, porque supone que no se ha
entendido absolutamente nada de todo lo anterior, y que no se comprende ni se
es capaz de interpretar la historia. Allá cada uno con sus decisiones, pero
luchar contra enemigos inexistentes es, en este caso, además de muy ridículo y
probablemente traumático, completamente inútil.
En segundo lugar, debemos dar a las cosas la importancia que tienen.
Si alguien quiere inventarse una fiesta satánica contraria al cristianismo en
la que niños y jóvenes salen la noche del 31 de octubre a realizar macabros
cultos demoníacos invocando a la Muerte, es libre de hacerlo. Pero acusar de
eso a la noche de Jalogüin es de tremendos ignorantes o, peor aún, de hipócritas
malvados.
En tercer lugar, procuremos buscar lo bueno en todas las cosas. Esto
es esencial. ¿No sería mejor explicar a la gente que nos rodea el origen real
de Halloween, y aprovechar para enseñar también el origen de nuestra costumbre
de visitar los cementerios el Día de Todos los Santos? Seguro que hacer esto el
31 de octubre sería mucho mejor que poner cara de gazpachuelo cortado cada vez
que vemos una calabaza con el rostro de Jack o un niño vestido de Frankenstein
por la calle. Por cierto: Frankenstein, la novela, tampoco tiene nada que ver
con el demonio, con brujas ni con el culto a la muerte. En serio.
En cuarto lugar, procura anunciar el Evangelio hagas lo que hagas, si
eres cristiano, claro. Esto es verdaderamente necesario. Pongo un ejemplo: yo
me disfrazaría del monstruo de Frankenstein (ya que ha salido el tema, y
prácticamente solo me haría falta una gomilla detrás de las gafas, porque el
careto lo llevo incorporado), iría a una fiesta de Jalogüin, y le diría a los
que estuvieran allí varias cosas a propósito del disfraz.
Que
hay muchos en nuestro mundo que, igual de la criatura de la novela, son
despreciados, abandonados a su suerte, señalados como raros, inexistentes para
la mayoría.
Ø Que para Jesucristo ellos son los más importantes.
Ø Que los Frankensteins, Dráculas, Elevens, Quasimodos o
Brujas de nuestro mundo, que quizás viven en nuestras calles, o con los que
quizás nos tropezamos cada día sin verlos, o de los que nos reímos en el patio
del colegio… son los preferidos del Buen Dios.
Ø Que Jesucristo iba rodeado de ellos por las Afueras de
Galilea y Judea.
Ø Que, por eso mismo, quiero que sean también mis
preferidos.
¡No
me dirás que esto no es un pedazo de jugadón, muy arriesgado, pero muy parecido
al Evangelio!
Disfruta de la Vida. De verdad de la buena.

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